domingo, 29 de mayo de 2011
Todas las cosas nos ayudan a bien
(Romanos 8:28)
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien..."
"Hace mucho tiempo, en un reino distante, un monarca no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre le recordaba acerca de esa verdad. En todas las situaciones decía:
¡Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. Él nunca se equivoca!
Un día el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla le atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que Su Majestad perdiese el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó a éste:
Y ahora, ¿qué me dices? ¿Dios es bueno? Si Dios fuese bueno yo no hubiera sido atacado, y no hubiera perdido mi dedo.
El siervo respondió:
Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás eso, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. ¡Él nunca se equivoca!
El rey, indignado con la respuesta del súbdito, mandó que fuese preso en la celda más oscura y fétida del calabozo.
Después de algún tiempo, el rey salió nuevamente para cazar, y fue atacado, esta vez, por una tribu de indios que vivían en la selva. Estos indios eran temidos por todos, pues se sabía que hacían sacrificios humanos para sus dioses.
Inmediatamente después que capturaron al rey, comenzaron a preparar el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, y el rey estaba delante del altar, el sacerdote indígena, al examinar a la víctima, observó furioso:
¡Este hombre no puede ser sacrificado, pues es defectuoso! ¡Le falta un dedo!
De inmediato el rey fue liberado. Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, libró también a su súbdito y mandó que le llevaran a su presencia. Al ver a su siervo, le abrazó afectuosamente diciendo:
¡Querido siervo, Dios fue realmente bueno conmigo! Tú debes haberte enterado que escapé justamente porque no tenía uno de mis dedos.
Pero ahora tengo una gran duda en mi corazón: si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que estuvieses tú preso, tú que tanto lo defiendes?
El siervo sonrió, y dijo:
Rey mío, si yo no hubiera estado preso, habría ido con usted a cazar, y seguramente habría sido sacrificado en su lugar, ¡ya que no me falta ningún dedo! Por lo tanto, acuérdese siempre: ¡todo lo que Dios hace es perfecto, Él nunca se equivoca!"
Un amargo momento puede ser en el fondo una bendición disfrazada.
Pero los que confiamos en Dios no nos preocupamos por los malos momentos de la vida. Nuestra fe descansa en las promesas que Dios ha hecho para nosotros.
Dios es lo suficientemente todopoderoso para convertir nuestros problemas y nuestras derrotas en victorias, victorias que vienen a ser a menudo más que increíbles.
Donde nosotros sólo vemos oscuridad, Dios lo que ve es el sol de mediodía.
Todo lo que nos sucede ahora, es semilla del gozo eterno que tendremos en el futuro.
(Números 23: 19)
Dios no es hombre, para que mienta,
Ni hijo de hombre para que se arrepienta.
El dijo, ¿y no hará?
Habló, ¿y no lo ejecutará?
viernes, 13 de mayo de 2011
Sabios, tontos y retontos / Ulises Oyarzún
Existen tres tipos de hombres.
Los sabios, los tontos y los retontos.
Los sabios aman a sus esposas
Los tontos la engañan
Y los retontos la engañan con mujeres feas!!!
Los sabios creen en Dios
Los tontos no creen
Y Los retontos dicen que creen pero no viven lo que creen
Los sabios quieren estudiar
los tontos no quieren estudiar
y los retontos pagan los estudios y no estudian
Los sabios noviazgos esperan hasta el matrimonio
Los tontos no esperan
y los retontos son Padres antes de casarse
Los sabios trabajan mucho
Los tontos no trabajan nada
Y los retontos no trabajan nada en sus propias empresas
Los sabios usan bien el dinero que ganan
Los tontos se malgastan el dinero que ganan
Y los retontos gastan más de lo que ganan
Los sabios cuidan su cuerpo
Los tontos no cuidan su cuerpo
Y los retontos MATAN su cuerpo con drogas
Los sabios aman a su prójimo
Los tontos odian a su prójimo
Y los retontos son indiferentes
Los sabios se bañan
Los tontos no se bañan
Los retontos se bañan pero no se cambian calzoncillos
Los sabios comen sano
Los tontos comen chatarra
Los retontos comen chatarra y luego se toman una bebida sin azúcar para calmar la conciencia
Los sabios disciplinan a sus hijos cuando se portan mal
Los Tontos no los disciplinan
Los retontos quieren disciplinarlos cuando ya en 18 años no se hizo nada
Los sabios aman la naturaleza
Los tontos les da lo mismo
Los retontos ponen termoeléctricas destruyendo el ecosistema
Los sabios oran
Los tontos no oran
Los retontos oran, pero no creen que Dios les escucha
Los sabios descansan
Los tontos no descansan
Los retontos viven para descansar
Los sabios aceptan la vejez
Los tontos se hacen cirugías para combatir la vejez
Los retontos quedan más horribles luego de la cirugía
Los sabios enfrentan la muerte
Los tontos huyen de ella
Los retontos la buscan
miércoles, 11 de mayo de 2011
martes, 10 de mayo de 2011
"QUIERO OJOS AZULES"
Cuando era niña, Amy Carmichael (1867–1951) deseaba haber tenido ojos azules en vez de marrones. Incluso oró para que Dios le cambiara el color de ojos, y se decepcionó cuando eso no ocurrió. Al cumplir 20 años, Amy sintió que el Señor la estaba llamando para servirlo como misionera. Después de trabajar en varios lugares, se dirigió a la India. Allí fue donde se dio cuenta de lo sabio que era Dios al haberla hecho como ella era. Si sus ojos hubiesen sido azules, probablemente le habría resultado más difícil ser aceptada por personas de ojos marrones. Ella sirvió a Dios en la India durante 55 años.
En realidad, no tenemos la certeza de que Amy haya sido aceptada más fácilmente por el color de sus ojos. Sin embargo, sí sabemos y creemos que el Señor «nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos» (Salmo 100:3). Cuando nos sometemos a Su sabiduría en todo, podemos servirle de manera eficaz.
Amy sabía lo que significaba la sumisión. Cuando le preguntaron sobre la vida en la obra misionera, ella respondió: «La vida del misionero es simplemente arriesgarse a morir». Jesús dijo: «El que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 16:25).
Esto también describe la vida cristiana consagrada: entrega total a los planes y la voluntad de Dios para nosotros. Sometámonos hoy a Él.
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reflexion
lunes, 9 de mayo de 2011
domingo, 8 de mayo de 2011
CONFIANZA
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Isaías 26:3.
Los dos últimos años fueron muy difíciles para Jaime. Desempleado, con la autoestima por el suelo y el hogar al borde del colapso, no resistió a la tentación de encaminarse por las tenebrosas avenidas de la deshonestidad. Al principio, todo iba bien. En pocos meses, había logrado ganar lo que no pudo percibir honestamente en varios años. Con dinero en el bolsillo, aparentemente su vida volvió a la normalidad. Tuvo paz exterior. Pero, pasaba noches enteras sin dormir, castigado por el peso de la culpa. A pesar de ello, Creyó que valía la pena.
Repentinamente, cuando pensaba que nadie lo descubriría, su delito se hizo de conocimiento público y, además de la vergüenza y el escándalo, acabó en prisión.
La paz que el profeta menciona, en el texto de hoy, no es la paz del cuerpo sino del alma. La paz que realmente vale. Aquella que organiza tu mundo interior y te prepara para los embates de la vida.
Es lamentable que, a veces, el ser humano confunda las cosas. Busca la paz exterior a cualquier costo, aunque para eso tenga que violar la propia consciencia. Después, en el silencio de su insomnio, no se explica lo que sucede; solo sabe que algo lo perturba por dentro, lo hace infeliz. Es como el martillo que golpea sin parar, incomodando, hiriendo, asfixiando.
El profeta Isaías habla hoy acerca de la paz que nace de la confianza en alguien que nunca falla. Menciona la perseverancia como condición para recibir esa paz. Dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera”. Perseverar, en el original hebreo, es camak, que literalmente significa “descansar la mente en algo”.
Yo sé que es difícil descansar cuando el mar a tu alrededor está agitado. Cuando no hay dinero para atender las necesidades de la familia; cuando la enfermedad toca a la puerta o la muerte te merodea. Sin embargo, el consejo del profeta no falla: en los momentos más difíciles, coloca la mente en Dios y descansa en él, aunque aparentemente nada ocurra, aunque te parezca infantil.
No desistas. Lo primero que Dios hará en tu vida es colocar paz en tu corazón, y después, curado de tus ansiedades, él te usará a ti mismo como el instrumento poderoso para hacer maravillas.
Por eso hoy, aunque solo veas sombras en tu entorno, parte hacia la lucha recordando que Dios “guardará en perfecta paz a los que en Él perseveran”.
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